El factor revienta-cabezas más allá de los muñecos

Voy.

Estás en medio de una sesión. Atento a los muñecos. A las muñecas. A los animales. A tu peque. A tu grande.

Y, cuando te despistas, atento a tí mismo. Pensando cuál puede ser esa gran pregunta poderosa que mejor puede ayudar a tu cliente.

Y a veces te pilla desprevenido y te encuentras más en tí que en tu cliente. Más a gusto que un gato ronroneando en tus rodillas.

Voy más.





Te voy a hacer una pregunta que lo mismo te hacer retorcerte en la silla.

Algo tan oji-plático y oído-plático que tus muñecos se harán (para tí) más pequeños de lo que piensas.

Algo tan… bueno… ya lo verás.

Voy con la pregunta:

¿Quién eres para tú cliente?

Claro.

Puede que lo tengas claro: su terapeuta, coach, tutor, educador, psicólogo…

Ahora repito:

¿Quién eres para tú cliente?

Aquello es lo que quieres ser para él. Ella. Elle.

Ahora, pregúntale a tu cliente. Mejor aún. Escúchale (movimientos y respiración incluídos). Y averigua quién eres para él.

Porque no es lo mismo quién le vende la sesión (que puede ser un amigo, contacto o colega).

No es lo mismo quién le habla para mantenerle enganchado a tí. En tus emails y en tus comunicaciones.

No es lo mismo el que le abre la puerta a una sesión contigo. Online o presencial. Eso da igual.





Y no es lo mismo quién le acompaña en la sesión.

Y no es lo mismo cuando decides estar a su servicio.

Y no es lo mismo cuando decides sólo sostener sus asuntos.

Y no es lo mismo cuando te involucras en sus asuntos.

Y no es lo mismo cuando mueves su muñeco. Ojo, peligro, cuida’o aquí. Hacerlo mal puede causar el efecto contrario al que quieres.

Y no es lo mismo cuando decides (o el cliente te pide) que seas más rollo-entrenador que te agita y te pide que le abras los ojos. Aunque sea a golpes.

Y no es lo mismo cuando le cuentas una historia por email a tu cliente, que cuando necesitas transmitir seguridad y autoridad para que te contrate.




Y… lo más retuerce-culos de todo…

¿Cuándo eres ese “quién”?

Esto es vital que lo hagas bien.

Con muñecos. Y sin ellos. Cuando escribes. Cuando vendes. Y cuando estás en sesión.

En cada uno de los tres casos hay varios quiéne’s.

Si los útilizas bien, todo saldrá sobre ruedas.


Eso sí, si lo haces cuando no toca, es muy probable que todo salga mal: puede que la sesión se alargue. Que tu cliente no vea un aprendizaje. Y que ni si quiera te valore para comprar tus sesiones.

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Arturo Ramos.

 

 

 

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